A finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, una serie de progresos técnicos y sociales dio lugar a la televisión actual, una tecnología compleja que ha ido transformado las costumbres sociales. Hasta los años 20, se vivió un período de experimentación dubitativa. Pero desde entonces hasta los años 40 la televisión logró definir un modelo tecnológico sólido. Y es a partir de 1946 cuando se implantó en la sociedad y tuvo lugar su expansión como medio de comunicación masivo.
Desde los años 50 hasta los 80 la industria televisiva vivió una fase de crecimiento generalizado; logró alcanzar todo el planeta y su economía se hizo floreciente. Creció, su importancia en la vida cotidiana y ha llegado a convertirse en el medio más influyente y más importante en nuestro mundo. Aunque había variaciones según las naciones, la industria de la televisión compartió rasgos comunes: estaba en muy pocas manos, su programación alcanza audiencias millonarias, los receptores disponían de pocas posibilidades de elección entre cadenas; la financiación se realizaba por la venta de espacios publicitarios o bien mediante el pago de un canon estatal; el flujo de compras y ventas de programas presentaba un balance muy desigual y favorecía a muy pocos centros mundiales especialmente a EEUU. Durante este período, la comercialidad del medio no paró de crecer.
A mediados de los 90 se ha registrado un punto de inflexión el desarrollo televisivo. La televisión de las últimas décadas ha entrado en crisis y se ha empezado a modificar profundamente. El impacto cotidiano del medio ha seguido creciendo y el tiempo que los espectadores le dedican diariamente no ha dejado de crecer. Los satélites de comunicación, que progresivamente requieren para su recepción de antenas parabólicas más reducidas emiten internacionalmente decenas de programas. Las redes de cable, de las que poco a poco se van dotando los principales núcleos de población, abren la posibilidad de que un hogar, disponga de cientos de cadenas. Las estrategias de programación se hacen cada vez más agresivas y comerciales. Todo ellos viene a configurar un paisaje televisivo muy complejo y diferente.
La competividad entre cadenas a finales del siglo XX fue cada vez más fuerte. La necesidad de programas hace crecer los costes de producción. Pero la recuperación de beneficios se hace cada vez más difícil en un contexto de audiencias fragmentadas y reducidas. La denominada “televisión de la abundancia” coincide, de hecho, con una crisis económica: los canales publicitarios encuentran dificultades para garantizar financiación estatal; los canales privados, se topan con un mercado publicitario que no aumenta.
En este contexto, aparece la televisión de abono y se ensayan fórmulas de pago por programa utilizando las redes de cable.
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