A principios del siglo XVII se dieron ya las condiciones óptimas para que se sentaran las bases del periodismo. Se habían desarrollado los grandes correos europeos, que unían entre sí las grandes ciudades y permitían asegurar un flujo constante de noticias e informaciones.
En ese momento, las monarquías absolutas se apresuraron a poner bajo su tutela cualquier tipo de publicación periódica que pudiese aparecer y establecieron un modelo de periodismo oficial cuyo ejemplo fundamental es La Gazzete de France (1631), editada por Théophraste Renaudot, que sobrevivió hasta 1914. Publicaciones semejantes aparecieron en diversos países: La Gazeta de Madrid, The London Gazett y otros órganos como Le mercure, Le mercure galant, Mercure britannicus…
Sin embargo, la burguesía en sus constantes conflictos con el poder real y el religioso, utilizó muy a menudo el apoyo que le proporcionaba el periodismo entonces emergente.
El primer periódico diario del que se tiene noticia es el Daily courant británico de 1702 aunque su periodicidad no se consolidó hasta principios del siglo XIX. Pero la auténtica consolidación de un periodismo relativamente independiente sólo podía darse en un clima de permisividad y libertad que no se obtuvo en Gran Bretaña hasta que el nuevo Estado Liberal aprobó la Livel act (1791). Fue entonces cuando nacieron periódicos como The tabler, The examiner, The rambler y The spectator, que tuvieron, posteriormente, eco en otras publicaciones europeas: El pensador de Clavijo y Fajardo (1762), Le journal de París (1777), Pensylvania evening post and daily advertiser (1783), The times (1785), Diario de Barcelona (1782).